Esta columna está dedicada a los partidarios de Trump que a menudo me envían correos electrónicos quejándose de que nunca escribo nada positivo sobre el presidente de Estados Unidos. En esta ocasión, voy a admitir que Trump debe ser aplaudido por llamar a Venezuela una “dictadura” en su discurso sobre el Estado de la Unión.
Trump merece crédito por eso, a pesar de que su discurso del martes por la noche fue una versión azucarada de su habitual retórica de demonización de los inmigrantes, con sus usuales datos falsos para deleitar a los supremacistas blancos y neonazis dentro de sus seguidores.
En su discurso, Trump dijo que su gobierno impuso duras sanciones “a las dictaduras comunistas y socialistas en Cuba y Venezuela”. Aunque las sanciones personales contra altos funcionarios del régimen venezolano fueron iniciadas por el ex presidente Obama, este último nunca mencionó a Venezuela en sus últimos discursos del Estado de la Unión.
De hecho, Venezuela es una dictadura, como lo ha sido Cuba durante mucho tiempo, según la definición de cualquier diccionario.
El presidente venezolano, Nicolás Maduro, no solo ha encarcelado a líderes de la oposición, prohibido partidos políticos y censurado a los medios, sino que quebró abiertamente el orden constitucional en 2016 cuando unilateralmente le quitó sus poderes a la Asamblea Nacional, de mayoría opositora.
Al calificar a Venezuela como una “dictadura”, Trump ha elevado el perfil de la crisis humanitaria de Venezuela, y le ha dado un apoyo moral muy necesario a la oposición venezolana.
Sus palabras también pueden ayudar a escalar las presiones internacionales sobre el régimen de Maduro en un momento crítico. Maduro convocó a elecciones anticipadas antes de mayo, pero sin autoridades electorales independientes ni observadores internacionales creíbles, y con los principales líderes de la oposición inhabilitados para postularse como candidatos.
Estados Unidos y todos los principales países europeos y latinoamericanos están rechazando la trampa electoral que pretende montar Maduro. Pero la ventana de oportunidad para las presiones diplomáticas colectivas se está achicando: una victoria de la izquierda populista en México o Brasil en sus respectivas elecciones este año podría quebrar el bloque regional que está exigiendo el restablecimiento de la democracia en Venezuela.
Ciertamente, Trump también cometió errores con Venezuela en el pasado, como cuando dijo que “no voy a descartar una opción militar” allí. La declaración improvisada de Trump fue una bendición propagandística para Maduro, que afirma ser una víctima del “imperialismo”. Y también llevó a que muchos venezolanos se queden sentados en sus casas, esperando una invasión estadounidense que es sumamente improbable.
Además, el desprecio de Trump hacia América Latina le dificulta liderar una escalada de sanciones hemisféricas contra Maduro. Las encuestas muestran que Trump es el presidente de Estados Unidos más impopular en América Latina de la memoria reciente.
Los frecuentes comentarios racistas de Trump, como cuando afirmó falsamente que la mayoría de los indocumentados mexicanos son “criminales” y “violadores”, o cuando aparentemente llamó a El Salvador, Haití y las naciones africanas “países de mierda”, son insultos para todos los latinoamericanos.
Algunas de las acciones de Trump han sido tan malas como sus palabras. Se retiró del acuerdo comercial Transpacífico, ha ordenado deportaciones masivas de 250,000 salvadoreños y más de 50,000 haitianos, y ha pedido la expulsión de casi 800,000 “Soñadores”, o jóvenes que fueron criados en este país después de ser traídos como bebés por padres indocumentados.
Desafortunadamente, en su discurso sobre el Estado de la Unión, Trump reiteró su llamado a construir un muro fronterizo de 25 mil millones que ahora quiere que paguen los contribuyentes estadounidenses. El muro sería una pérdida monumental de dinero: solo un porcentaje relativamente pequeño de inmigrantes indocumentados ingresa al país a través de las áreas desprotegidas de la frontera, ya que la mayoría llega legalmente y se queda más allá de lo permitido en sus visas.
Todo eso no ayuda a formar una coalicion diplomática contra Maduro. Pero fue bueno que Trump describiera oficialmente a Venezuela como una “dictadura”, porque contribuye a llamar la atención sobre la autocracia corrupta que ha capturado a ese país, y que ha creado una crisis humanitaria con repercusiones regionales.
Los frecuentes comentarios racistas de Trump, como cuando afirmó falsamente que la mayoría de los indocumentados mexicanos son “criminales” y “violadores”, o cuando aparentemente llamó a El Salvador, Haití y las naciones africanas “países de mierda”, son insultos para todos los latinoamericanos.
Algunas de las acciones de Trump han sido tan malas como sus palabras. Se retiró del acuerdo comercial Transpacífico, ha ordenado deportaciones masivas de 250,000 salvadoreños y más de 50,000 haitianos, y ha pedido la expulsión de casi 800,000 “Soñadores”, o jóvenes que fueron criados en este país después de ser traídos como bebés por padres indocumentados.
Desafortunadamente, en su discurso sobre el Estado de la Unión, Trump reiteró su llamado a construir un muro fronterizo de 25 mil millones que ahora quiere que paguen los contribuyentes estadounidenses. El muro sería una pérdida monumental de dinero: solo un porcentaje relativamente pequeño de inmigrantes indocumentados ingresa al país a través de las áreas desprotegidas de la frontera, ya que la mayoría llega legalmente y se queda más allá de lo permitido en sus visas.
Todo eso no ayuda a formar una coalicion diplomática contra Maduro. Pero fue bueno que Trump describiera oficialmente a Venezuela como una “dictadura”, porque contribuye a llamar la atención sobre la autocracia corrupta que ha capturado a ese país, y que ha creado una crisis humanitaria con repercusiones regionales.
Fuente: elnuevoherald.com