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Venezuela y la revolución de los suboficiales

Con la prohibición que hizo la Cancillería del Perú a Nicolás Maduro para la asistencia a la Cumbre de las Américas se declaró oficialmente la intervención internacional sobre Venezuela. ¿Llegará a una intervención militar directa? ¿qué nivel de destrucción podría darse de llegar a activarse? todo eso depende de un grupo de venezolanos: los suboficiales de las fuerzas militares.

La verdadera potencia militar de un ejército no está en su armamento. Se puede tener armamento muy poderoso pero sin personas dispuestas a arriesgar sus vidas para usarlo es como si no se tuviera. Quienes realmente operan esas decisiones de sacrificio existencial en el frente de batalla son los suboficiales. Son ellos los que en medio de la adrenalina de los momentos siniestros del combate los que ponen su ejemplo y entrenamiento al servicio de las personas a su cargo.

Los suboficiales deben admirar y respetar a sus oficiales para que puedan darle ánimo y lucidez a los soldados menos entrenados que sirven finalmente como carne de cañón. Son ellos los que tienen que asumir la astucia y el valor para minimizar el dolor humano y maximizar la ventaja táctica.

En Colombia, donde se ha tenido desafortunadamente una larga experiencia de conflicto bélico interno, se dieron algunas adaptaciones de lenguaje, y se acuñó el término: “Generales Troperos”. Estos son los generales que se convirtieron en leyenda dentro de la tropa precisamente por su cercanía, valor y disposición de sacrificio, por ser ejemplo de disciplina y respeto. Son los “Generales Troperos” los que los suboficiales terminaron convirtiendo en historia de fogata porque conocen sus hazañas desde cuándo eran tenientes y capitanes, y es con esas historias que espantan sustos entre los reclutas antes de las operaciones. Si un General Tropero está al mando, la operación está bien preparada, la inteligencia es confiable y habrá apoyo en caso de que surjan dificultades.

Sin embargo, en Venezuela el alto mando militar es una cloaca de corruptos y la oficialidad joven está aterrorizada por los cubanos invasores que se sirven de un fracaso social y político. Para los generales de la miseria, las historias que se acumulan son delitos y malos tratos, mientras que los oficiales post-adolescentes tratan de esquivar la impaciencia de la indignación, los actos de inmolación, y practicar la autocensura para no confesar ni siquiera ante si mismos sus cuestionamientos, no vaya y sea salgan en el momento y lugar menos apropiado.

Suboficiales: por sus hombres, revolución sin armas

El verdadero suboficial se le debe a su tropa porque es la que en el fragor de las balas le salvará la vida o le permitirá sacrificarla con honor–muy lejos lo anterior a la obediencia por inercia ante presuntos superiores que lo son solamente en cargo pero no en autoridad. Esa claridad de responsabilidad profesional es la que puede permitir que del núcleo de suboficiales puedan reconstituirse las fuerzas militares venezolanas.

No es la gloria cacareada por los que duermen fantasías en sus bolsillos, manoseando a los verdaderos héroes del pasado, sino el más modesto pero potente honor de quien convive lo cotidiano en preparación de los momentos difíciles lo que puede salvar la virtud de unas instituciones que alguna vez fueron admirables.

Obviamente, mientras la comunidad internacional esperaba que la transición fuera resuelta entre venezolanos, es claro que la presión de las urgencias diarias debía terminar detonando operaciones épicas desesperadas de algunos valientes. Sin embargo, ahora que la intervención internacional se ha declarado,  los alzamientos aislados son más complicados para planificar y llevar a cabo cualquier iniciativa, desde las diplomáticas hasta, y especialmente, las militares.

Por eso es que ahora lo que se necesita es acelerar la revolución sin armas que solamente pueden llevar a cabo los suboficiales. La revolución de la justicia. El verdadero heroísmo de esta etapa de la historia venezolana no pasa por inmolarse en enfrentamientos con fuerzas hermanas que quieren limpiar de criminales a las fuerzas militares. Justamente es el momento de avanzar mucho más en la documentación de los crímenes, en la recopilación probatoria para los futuros juicios por narcotráfico y por violaciones a los derechos humanos. De esa manera, no solamente tendrán su merecido los que llevaron a Venezuela al abismo sino que además se crearán los precedentes para que futuros mafiosos no vuelvan a intentar eternizarse en el poder a costa de su pueblo y bajo la fachada de instituciones tan importantes para la nación.

No se necesita tampoco un trabajo de largo plazo, obviamente una de las grandes capacidades de la fuerza pública colombiana es infiltrar organizaciones criminales. Carteles y guerrillas saben la potente capacidad del trabajo encubierto de las autoridades colombianas y eso se inició hace rato. No, lo que se necesita de los suboficiales son acciones más puntuales, material especifico que puedan recoger y que puedan llevarse. Que aceleren su propio proceso migratorio para buscar mejor vida en otros lugares, pero que vayan preparando su retorno con el material de la infamia que han tenido que soportar y de la que pueden dar testimonio.

Suboficiales venezolanos, su país los necesita no de mártires en la defensa de patrimonios malhabidos de generales cobardes sino de testigos valerosos. La comunidad internacional, principalmente latinoamericana, ya empezó a hacer justicia. Ahora es ella la que los necesita, para que también de esa manera se pongan al frente de lo mejor de su pueblo. Y la historia dirá que la revolución de los suboficiales fue la revolución de la verdad.

Fuente: Panampost

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