La presencia del Videoarbitraje en los partidos de fútbol no es una garantía absoluta de infalibilidad en las decisiones de los jueces o del fin de las polémicas que forman parte de la esencia de ese deporte tan apasionante.
Lo que ocurrió en el clásico del miércoles entre Caracas y Táchira en Pueblo Nuevo es un ejemplo palpable de que sin una sistema de punta que defina con precisión milimétrica las jugadas de fuera de juego, esta tecnología en lugar de ayudar puede generar más confusión en las decisiones de los árbitros en el Futve.
La línea trazada por el sistema de Videoarbitraje no definió con absoluta certeza en la transmisión de la Liga Futve, si Francisco Lamantía, estaba en clara posición adelantada, antes de cabecear el balón para que el panameño Everardo Rose convirtiera el gol agónico que hubiera dado un epopéyico triunfo al Caracas en Pueblo Nuevo.
Ante la duda, sin una imagen clara que permitiera admitir si el gol había sido válido o ilegal, se mantuvo la decisión de la asistente Migdalia Rodríguez de anular la jugada. Se entiende la frustración del Caracas porque le arrebataron una victoria que hubiera sido una inyección anímica en medio de la turbulenta temporada de flojo rendimiento. Pero los futbolistas venezolanos, sin importar qué camiseta vistan, deben respetar y aceptar la decisiones arbitrales, y dejar que los directivos recurran a las instancias correspondientes para reclamar lo que consideren una irregularidad flagrante de los jueces.
El caso del miércoles forma parte de las miles de jugadas controversiales de las que está llena el fútbol, que incluye aquel gol fantasma que dio a Inglaterra en la final contra Alemania su único título mundialista en 1966.
El VAR se introdujo con el fin de reducir la incertidumbre, pero en el fútbol siempre habrá decisiones polémicas y hay que saber convivir con ellas