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Paquita Sitzer sobrevivió al nazismo por la determinación de su padre

Su nombre es Françoise Belinski de Sitzer y nació en París, Francia, en 1937, pero es más conocida como Paquita Sitzer y nunca tramitó el pasaporte francés. Es, desde 1947, cuando obtuvo su cédula de identidad, una venezolana orgullosa de ascendencia polaca que ha vivido muchos años gracias a la determinación de su padre, Abraham Bielinski, para salir de Europa ante el inminente poder criminal del nazismo y gracias a la ayuda de muchas personas que ella y su familia se encontraron en el camino.

Los padres de Paquita nacieron en Polonia, Abraham en Varsovia y su madre, Esther Markowicz, en Lask. Ambos se casaron en Alemania. Al ver que Adolf Hitler llegó al poder en 1933, decidieron mudarse a Francia, donde Abraham, sastre de profesión, manejó una fábrica de ropa. Los alemanes invadieron Francia en 1940 y comenzaron las detenciones de judíos extranjeros, entre ellos el padre de Paquita, a quien recluyeron en un campo de concentración.

En Venezuela, su padre, Abraham, se dedicó a la sastrería | Abraham Tovar

Manejado por franceses, en el campo no eran muy organizados y Abraham logró escapar para ir al sur del país, que en ese momento todavía era libre. Allí un hombre llamado Victor Mesplesomps, dueño de una sastrería y miembro de la Resistencia contra el nazismo, le dio trabajo y lo ayudó a trasladar su familia desde París hasta el pueblo de Pau, donde estaba.

Ahí residieron unos dos años, pero Abraham no se sentía tranquilo porque sabía lo que pasaba en el norte de Francia, así que comenzó a preparar una salida. “Tenían que buscar documentos, así que los compraron de un país Centroamericano, siempre tengo la duda de si fue Nicaragua u Honduras. Agradezco a ese héroe anónimo, ese cónsul que tuvo la generosidad de, aunque hayan sido pagados, darles los documentos”, explica Sitzer rodeada de fotos, publicaciones y documentos que dan cuenta de cómo ella y su familia sobrevivieron al Holocausto.

En Toulouse tramitaron una visa para ingresar a España y en octubre de 1942 se fueron caminando por los Pirineos con ayuda de dos españoles hijos de republicanos. Llegaron al Valle de Arán, a un pequeño pueblo llamado Les. La Guardia Civil los detuvo y quería enviarlos de regreso pero los campesinos los defendieron y lograron que se quedaran. Fue allí donde a la niña Françoise, siendo su nombre Francisca en español, le pusieron el apodo Paquita, como se suele llamar a las Franciscas.

Paquita ha vivido en zonas de Caracas como Caño Amarillo o El Silencio | Abraham Tovar

Luego se trasladaron a Barcelona y fueron ayudados por la Hebrew Immigrant Aid Society (HIAS). Se quedaron en una pensión por un tiempo, se trasladaron a Vigo y partieron a Venezuela en el barco Cabo de Buena Esperanza, de una línea portuguesa, el cual, subraya Paquita, en efecto fue “una buena esperanza” porque pudieron escapar de la guerra.

“Recuerdo que al llegar dormimos en una pensión. Hacía un calor horrible  y dormí debajo de un mosquitero de tul. En un autobús nos fuimos desde Puerto Cabello a Caracas, y mis padres vieron unos plátanos que les parecían cambures, pero cuando los  probaron se dieron cuenta de que no podían comerlos así”.

Paquita al lado de uno de sus nietos, Yasha Sitzer | Abraham Tovar

En Caracas vivieron en una pensión que estaba ubicada donde se encuentra el Centro Simón Bolívar, apoyados económicamente por la comunidad judía porque el padre de Paquita ya se había quedado sin dinero. Después se mudaron a una habitación en Caño Amarillo y luego al edificio Mercaderes. Ya Sitzer tenía 5 años de edad y comenzó a estudiar en un colegio de evangélicos en el que aprendió de la Biblia, que todos los días leían. “Ahí empezó mi vida ‘normal’. Aunque diría que mi vida casi siempre fue normal porque estaba protegida y amada por mis padres”.

Paquita, además del amor que recibió de sus padres, destaca la ayuda que recibió su familia de personas no judías, como el sastre Victor Mesplesomps que le dio trabajo a su padre —quien posteriormente moriría en el campo de concentración de Sachsenhausen tras ser traicionado por compañeros franceses y detenido por la Gestapo— y el expresidente Isaías Medina Angarita por permitirles entrar a Venezuela.

Paquita fue visitada por la viuda de Isaías Medina Angarita, a quien considera uno de sus héroes por haber recibido a tantos judíos en Venezuela | Abraham Tovar

“Lo considero mi héroe. Yo creo mucho en el agradecimiento. Cuando cumplí 50 años decidí, y esto me emociona, hacer un bosquecillo en Israel en memoria de Isaías Medina Angarita. Ese era mi modo de agradecerle, aunque ya no estaba, porque se fue demasiado joven (murió a los 56 años)”, recuerda Paquita.

Después de eso unos amigos que conocían a la familia del exmandatario se enteraron y entonces Paquita recibió en su casa a la viuda de Medina Angarita, Irma Felizola Fernández de Medina. “Fue un modo de agradecer a alguien que ya no está, y como yo sí creo que hay un mundo más allá, entonces se dan cuenta de que pensamos en ellos”.

Uno de los textos que cuenta el modo en que Paquita pudo escapar de la guerra con su familia | Abraham Tovar

En honor a Mesplesomps y su familia logró que pusieran su nombre en el Jardín de los Justos entre las Naciones de Yad Vashem, en Israel.

A su padre Paquita lo define como un hombre inteligente y capaz, quien provenía de una familia muy pobre de 10 o 12 hermanos, por lo que tenía mucho sentido de supervivencia. Su mamá era más dulce y suave y ayudó mucho a su papá a ser el sustento diario. “Era una madre muy querida, maravillosa. Gracias a ellos estoy aquí y soy lo que soy”.

Paquita guarda cientos de materiales sobre la Shoah en su casa | Abraham Tovar

En Venezuela Abraham siguió dedicándose a la sastrería con un local en el bloque 7 de El Silencio que, al caer Medina Angarita, fue saqueado, por lo que tuvieron que abrir otro en el bloque 6. Paquita recuerda a sus padres como trabajadores muy aplicados y que ella solía ir al cine San Juan, que estaba en San Martín, con la empleada los sábados. Le daban 5 bolívares para estar en patio y 3 bolívares para balcón, pero, cuenta con risas, si le daban 5 bolívares igual se iba a balcón para poder comprar chucherías con los 2 bolívares sobrantes.

Para Paquita sus hijos, nietos y bisnietos son la generación que no tenía que existir. Si Hitler hubiera tenido éxito, subraya, ni ella ni su descendencia existirían. “Casualmente en la familia todos son nietos de sobrevivientes. El padre de mi nuera era sobreviviente, no me refiero solo a campo de concentración, sino sobreviviente de la situación de Europa: todos somos milagros, esa es la palabra correcta, porque es una generación  que no tenía que existir y aquí estamos”.

Aprendió de su familia a ayudar al prójimo, así como a trabajar con honestidad sin discriminar a los demás. Cree que el Holocausto debe seguir recordándose para no olvidar la maldad que existió y existe aún, pues el antisemitismo no ha desaparecido: “Eso es importante porque de la Inquisición casi no se habla, de otros pogromos tampoco se habla. Cuando veo la película Los diez mandamientos pienso que esas pirámides fueron hechas por judíos. ¡400 años de esclavitud! Hay que hablar de eso. Es importante”.

Paquita Sitzer cree profundamente en el agradecimiento | Abraham Tovar

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