Antonio José Monagas:l ¿Guerra o sesgo ideológico?

Antonio José Monagas:l ¿Guerra o sesgo ideológico?

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Aunque el término “sesgo” tiene acepciones que aplican ante oportunidades dirigidas a favorecer discriminaciones que rechazan posturas o tendencias con el propósito de exaltar opiniones, el sentido del término “sesgo” que buscará ampliar disertación, es el sesgo personal hacia situaciones de lugar. Es decir, hacia posiciones representativas de alguna configuración, bien sea escrita, corporal o de despliegue colectivo.

La palabra “sesgo” podría verse como una tendencia o inclinación a favor o en contra de algo o alguien. Generalmente, expuesta de forma inexacta o injusta. Casi siempre influye en un juicio al distorsionar su objetividad. Inclusive, puede ser una preferencia personal, un tergiversación “adrede” en un estudio de investigación, o simplemente, un «atajo mental» que, si bien agiliza decisiones, a menudo conduce a conclusiones erróneas. Los sesgos pueden ser innatos o aprendidos. Y se presentan en diversas áreas como la ciencia, la psicología o, más aún, en interacciones sociales.

Implicaciones sesgadas

Cualquier juicio que se atreva a tocar alguna consideración exhibida ante la opinión pública, puede ser inmediatamente agredida con las armas que facilita la información retorcida, propia de juicios infundados o realizados “al voleo”. Esos contextos, en los cuales tales manipulaciones son realizadas, son conocidas como: “infodemia”.

Generalmente, esas prácticas tendenciosas se fijan -antes que todo- en la apariencia de la tendenciosa intención la cual se halla determinada por el nombre acuñado, por la cercanía a alguna contraprestación de favores o a la contemplación superficial de la imagen que mejor retrate alguna particular fantasía. No hay medida posible que distinga entre realidades exhibicionistas y tendencias acomodadas como simples discreciones.

Al final, muchas “presuntas razones” buscan sesgarse a instancias de las circunstancias que dominan las instancias de poder. Por supuesto, valiéndose de recursos de toda índole. Solamente, con el propósito de afianzar la postura que mejor luzca conveniente a los intereses de turno en manos del poder dominante. Sobre todo, si lo impugnado suena bien y además, confirma aquellas creencias que hayan escalado las dificultades del mercado. Dicho sesgo, es calificado de cierto. Sin importar que sea un plagio o alguna ridiculez disfrazada de abultada formalidad.

He ahí el problema

Es así como tan retorcidas realidades, curvadas por causas externas o internas, son vistas como “factores de primera mano” para generar el llamado “caos epistemológico”.

O sea, una “crisis cognoscitiva” que incitada por “conocimiento pernicioso”. De hecho, cabe como ejemplo referir la crisis ambiental o climatológica que tiene de “cabeza” a naciones enteras. Otro ejemplo, es el temor que el ejercicio político de regímenes cerrados, pretende sembrar como razón para habilitar y arraigar su subsistencia. Para lo cual, emplea “teorías conspirativas” capaces de inducir la intimidación asimétrica o reconfigurada mediante la plantación de miedo, como condición de vida.

He ahí el problema que ha llevado a diferentes sociedades, en cualquier época de sus historias, aunque con más fuerza en un tiempo que en otros, a convertir toda situación vivida en una “crisis de obsesión” por ideologías absurdas. Habida cuenta de la esencia cognitiva que sus estructuras, ocasionan lo que lleva a reportar serios daños en sus haberes políticos, sociales, económicos y culturales. Todo ello, a causa de las falsedades que corren como información “supuestamente” fidedigna y plausible. Peor aún, públicamente aceptada.

Complicaciones insidiosas

Cualquier noticia ampliamente difundida, sin el respaldo de la verificación respectiva, pareciera tener más “cancha”, que una información comprobada y seria. Ello es similar a considerar dicha situación afectada por una cierta “anomia cognitiva”. A la cual colaboran los llamados, sin imaginar los daños que ocasionan los influencers, tiktokers, facebookers, twitteros, además de la “prensa amarillista” con alardes publicitarios. El impacto de todo ello, coadyuva a infiltrar “basura axiológica” (deontológica y ontológica) necesaria para abultar impresiones y sensaciones de vicisitudes, tribulaciones e incertidumbre. Todas ellas, condiciones capaces de inducir los suficientes arrebatos de desesperación, alarmas y hasta conflictos de cualquier naturaleza a lo interno de un país (sociedad, población, institución, gremio, asociación o colectividad).

Justo es ahí, cuando la inteligencia artificial, (IA) se vuelve capciosa toda vez que es aprovechada por gente de aventurada suspicacia, para “alborotar todo avispero posible”. Los riesgos provocados, tienden a hacer imperceptible los límites entre honestidad y libertinaje o perjurio. Factores estos que potencian la manipulación en ámbitos de la política, particularmente.

Los problemas que aturden el espacio de las realidades, se vuelven inexplicables dado el grado de confusión que cunde por doquier. Es ahí cuando todo marullo o agitación o alteración política o social, demanda el concurso o inherencia del pensamiento crítico. Para entonces, contar con la facultad de argumentar (con propiedad cognoscitiva) las razones capaces de desmontar o revertir hipótesis, historias o alardes de superioridad establecidos como terreno propio de cuanta mentira o exageración oscurece las realidades. O el ámbito por el cual surcan las verdades.

Al cierre

Este maremágnum de trivialidades, se infla cuando no se tiene sentido de la exactitud de las realidades, ni conocimiento de la historia que soporta el peso de los tiempos. De manera que de no evitarse el derrumbe de los cimientos sobre los cuales se ha construido la historia que habla de ¿cómo? la justicia y la libertad pudieron fundamentar los valores que le imprimen comprensión al desarrollo de la vida del Hombre, el colapso total será catastrófico. Y más grave aún, inevitable.

Sólo sorteando los efectos que las causas que engendran tan caprichosa y pueril degradación de las realidades, será posible afianzar los criterios cuyas fortalezas podrían vencer cualquier tropiezo que pueda trastornar las bases epistemológicas que mantienen algún control sobre el entendimiento de las articulaciones geopolíticas del planeta.

Por consiguiente, así podrían resolverse incontables dudas potenciales que importunan situaciones creadas alrededor de las amenazas que encubre la diatriba que actualmente exponen las difíciles realidades. Específicamente, al momento de declarar si es o no la guerra o el sesgo ideológico lo que tiende a convulsionar al mundo. O es acaso que lo que ocurre es un ejercicio sociopolítico de forzosa, ensayada y sofisticada ¿guerra o sesgo ideológico?

 

Antonio José Monagas

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