“Ese 8 de marzo de 1995 inició la pesadilla. Me acusaron de ser el autor material del crimen de Hernando Pizarro. Utilizaron dos testigos falsos y, a pesar de todas las pruebas que presenté, me condenaron a 45 años”, explicó durante la entrevista. La sentencia fue ratificada por el Tribunal y la Corte Suprema de Justicia, lo que lo llevó a recurrir a instancias internacionales para reclamar su inocencia.
De acuerdo con su testimonio, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos intervino en su caso, ordenando medidas de reparación por la violación del debido proceso. Gracias a este pronunciamiento, la Corte Suprema revisó el fallo y retiró su condena, aunque Sastoque aclaró que “aún sigo vinculado a la investigación, en calidad de sindicado, porque el juez no ha emitido un pronunciamiento final”.
El exagente aseguró que su caso fue resultado de un montaje judicial ocurrido en el contexto de la llamada “justicia sin rostro”, una figura que, según explicó, facilitó abusos y condenas sin garantías procesales. “En esa época se buscaban resultados rápidos y positivos ante la opinión pública. Escogieron a un chivo expiatorio dentro de la Fiscalía, y desafortunadamente fui yo”, dijo.
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Durante la entrevista en Alerta Bogotá 104.4 FM, Sastoque relató que los testigos que lo incriminaron recibieron dinero para fabricar su declaración. “Les pagaron 20 millones de pesos y les mostraron mis fotografías para que aprendieran mi físico y luego me señalaran”, sostuvo.
El exagente también recordó que incluso miembros del antiguo secretariado de las FARC reconocieron años después el error, señalando que su participación en el crimen nunca existió. “El señor Julián Gallo me pidió perdón delante de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia”, expresó.
La condena no solo afectó su vida laboral y personal, sino también la de su familia. Sastoque relató que su madre falleció durante su encarcelamiento, situación que describió como uno de los episodios más difíciles. “Me dieron permiso para asistir al entierro esposado y escoltado. Eso fue lo más degradante que viví”, comentó.
En prisión, convivió con distintos tipos de internos y aseguró haber sido víctima de constantes humillaciones por parte de la guardia. Tras cumplir diez años, obtuvo la libertad condicional, pero el estigma le impidió reinsertarse fácilmente en la vida laboral. “Salí a buscar empleo y fue imposible. Gracias a mi hermana logré trabajar como mensajero en el Fondo de Empleados de la Registraduría”, indicó.
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A pesar de haber recuperado su libertad, Sastoque señaló que la reparación no borra las tres décadas de perjuicio que ha sufrido. “La justicia me dañó la vida psicológica y económicamente. Lo único que espero ahora es que se limpie completamente mi nombre”, manifestó.
Treinta años después del inicio de su proceso, la justicia colombiana reconoció su error y pidió perdón público. Sin embargo, Gustavo Sastoque insiste en que la verdadera reparación solo se completará cuando su nombre quede libre de toda vinculación judicial. “La vida sigue, pero el daño ya está hecho. Solo espero que ningún otro colombiano tenga que pasar por lo mismo”, concluyó.